martes, 7 de febrero de 2012

El epílogo que deseaba serlo, pero que no lo fue.

Ya no llevaba la nueva capa, llevaba la capa que tomó de su castillo en el lago, la que no la cubría toda y que no era totalmente negra.

Traía puesta la capa con la que sentía perpetuo frío, la que usó cuando se lanzó al bosque lejos de todos los lujos que poseía. La que usó cuando se escapó del filósofo.

Estaba huyendo otra vez, estaba arrastrando los pies.

¿En qué momento había empezado a nevar?

El cabello con brusquedad se le pegaba a la cara, dándole golpes leves, casi olvidando que en realidad, ella era LA princesa y que no deberían tratarla sin cuidado. Corrió, con el único pensamiento de "Quiero escapar de aquí".


Era tan cobarde como el filósofo, entonces quería huir, así como había hecho él al abandonarla.

Tenía miedo de sus problemas, ya no quería enfrentarlos. Se consumía en sí misma y padecía de un dolor insoportable. Quería tomar el camino fácil, ahora más que nunca.


De repente, cayó sobre la fría nieve, su vestido blanco apenas la cubría, los brazos llenos de heridas mancharon la nieve de rojo. Rojo sangre.


¿Luego qué hizo?


Tranquilamente cerró sus ojos, esperando la misericordiosa muerte, para recibirla como una vieja amiga.



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