jueves, 8 de noviembre de 2012

Demonios.

Camino entre el  rocío mezclándose con la escena, intentando fundirse entre las árboles de color dorado. Nunca había sido una de ésas personas capaces de mantenerse indiferente al sufrmiento ajeno, pero ella misma ya no sentía nada de amor propio.

Por primea vez en mucho tiempo, notó el frío que hacía, al camino destrozándole los descalzos pies, los terroíficos sonidos viajando a través del eco y sobretodo, comenzó a sentirse  débil.  El amor no la llenaba de un sentimiento de alegría, y lo último que se sentía en éste momento era todo poderosa.

Un festín de sentimientos negativos la consumía, y sabía lo que iba a costarle.
 No tardarían mucho en  llegar a ella.

El camino nunca había sido más largo, con cada paso que daba, se paralizaba un poco más su corazón. Sabía que nadie le daría la bienvenida, pero no le importó.Aún quería ir a casa, a dormir acurucada y escuchar a su familia como no había hecho antes.

Antes si quiera de llegar a medio camino, los escuchó venir. A los demonios. Era un desastre inseguro, su corazón sería un excelente buffet de dolor, depresión, soledad y miedo. Era el final. La princesa sería comida por demonios, y nadie haría nada.

O éso podrían creer.

Justo cuando el demonio iba a alcanza su capa (¡Ésa capa que siempre la acompaña!) Ella se esfumó. Simplemente ya no estaba en la posición de antes. Con un giro de tronco entero, y un grito de guerra como sólo se puede escuchar en una persona movida únicamente por la pasión.

El golpe que le soltó a la creatura grotesca fue tremendo. Estaba claro que no iba a dejar que sus fantasmas la consumieran otra vez.

La creatura volteó anonadada, no tenía idea de cóm reaccionar. Soltó un zarpaso que la hubiera alcanzado, si ella fuera una persona normal. Mientras la Princesa corría con cierta torpeza cargando una espada que casi igualaba su estatura, dejaba tras de sí un rastro de plumas blancas.

El demonio no tardó demasiado en cansarse de ésa molestia, y en realidad, tenía más de una herida severa que en un rato, no le dejaría seguir luchando. Soltó un rugido, en extreño agudo, y penetrante. Petrificó los movimientos de la joven, y en el descuido, escapó de la escena. La princesa se quitó las manos de sus oídos y buscó a su alredor, pero no vió a nada ni nadie.


"Bueno, al menos soy capaz de defenderme por cuenta propia." Dijo para sí misma, y se rió. ¿De qué se reía? Nadie sabe.

Se hincó en la hierba, son enormes lágrimas bajando por sus mejillas, acto seguido se recostó, haciéndose bolita. "Yo tampoco necesito de ti".

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