Con los ojos azules bien abiertos, Lía suspiró profundamente. Estaba sudando mucho al tiempo que jugaba con su cabello. El cuerpo le temblaba entre escolofríos y violentaas convulsiones provocadas por el hipo. En serio ya no sabía qué hacer.
El extraño ser soltó otro gruñido que hizo saltar a la joven y derramar una espesa y enorme lágrima. Era joven y feliz ¿por qué las cosas malas y bizarras siempre le ocurrían a la gente joven y feliz?
Intentó caminar pero el espírito le enseñó los afilados colmillos y escupió algo que bien podría haber sido sangre. Lía se congeló del miedo y se abrazó a sí misma.
"Entonces, bella joven ¿qué dices?" Vociféro el repugnante espíritu haciendo una mueca que probablemente era traducida en una sonrisa humana. Su voz era como escuchar a un bebé llorar, un violín muy desafinado, a tu novia histérica armar una escenita púlica y a tu madre llamarte por tu nombre completo, todo al mismo tiempo. Tenía una postura que le daaba un aspecto entre amenazaador e hilarante. Su fisonomía (si es que así podía llamarle) era gotesca. La grande cabeza calva en algunas partes estaba arrugada y tenía dos enormes ojos que veían sólo con una diminuta pupila. Su naríz era mas o menos humana y su cara, afilada y en los huesos la hacía parecer pequeña, lo m´s desagradable era su boca, llena de dientecitos afilaados y con dos largos colmillos hacia arriba, como los de un jabalí y llenos de sangre. Su torso estaba en los huesos también y sus manos retorcidas como en una artritis extrema terminaban en largas uñas amarillas y sucias,pero no garras. Extrañamente su estómago estaba inflado a lo grande, como si estubiese embarazado pero de una cosa Lía estaba segura, fuera lo que fuera esa abominación, no podía embarazarse. Al final, sus piernas era huesudas y estaban retorcidas con largas uñas en los cómicos piececitos, dándole un aspecto anfibiesco.
En realidad, esa cosa era repugnante y a Lía no le agradaba en absoluto que estubiera en su habitación, mirándole y amenazándola a mitad de la noche y en día de escuela.
En silencio ambos esperaron al otro, ella a que se fuera y ése bizrro visitante a que Lía lo invitase a quedarse.
Para siempre.